<<Gladiator in arena consilium capit>>
<<El gladiador toma su decisión en la arena>>
El Imperio romano no sólo se caracterizó por su ambición histórica, la brillantez de sus creaciones artísticas y tecnológicas y su evidente legado en nuestro pensamiento. También brilló por sus variadas formas de ocio, muchas de ellas todavía vigentes hoy. El ocio romano, el otium, partió del ideal griego de fomento de valores como la libertad, la gratuidad y la satisfacción, aunque introdujo aspectos como primar la participación masiva para garantizar el bien común.
Los romanos apreciaban mucho el ocio, y lo usaban para realizar actividades divertidas y placenteras, además de para socializar entre ellos.
Las clases sociales se dividían en esclavos, libertos, extranjeros, ciudadanos de la plebe y la clase alta de terratenientes. En la parte más alta de la sociedad, con más riquezas y más poder, estaban los senadores y caballeros y sus familias.
Cada clase social tenia diferentes diversiones pero todas compartían cosas en común, como las fiestas religiosas, los espectáculos y otras celebraciones típicas de la cultura romana.
Los romanos tenían sus propias fiestas y celebraciones religiosas en las que se unía el culto religioso con el ocio. Las cuatro fiestas más representativas fueron:
SATURNALES
Equivalen a la moderna Navidad. Se celebraban del 17 al 23 de Diciembre y culminaban con la celebración del Sol Invicto. Los esclavos tenían mejor comida, días libres, y hasta se intercambiaban el puesto con los señores. No se trabajaba, ni había juicios, ni reuniones de gobierno. La gente se intercambiaba regalos y celebraba grandes banquetes públicos y gratuitos en el foro.
LUPERCALES
Eran unos festejos muy antiguos en honor a la loba que alimentó a Rómulo y Remo, y una especie de dios Fauno, que protegía, purificaba y daba fertilidad. Venía de épocas muy antiguas, de los ritos de paso de los jóvenes cazadores, y los sacerdotes eran adolescentes nobles que corrían por las calles semidesnudos persiguiendo a la gente para darle con látigos de cuero.
EQUIRIA
Era una fiesta en honor a Marte, que celebraba el comienzo de las campañas militares y se acompañaba de carreras de caballos en el mismo campo de Marte, una explanada al norte de la muralla serviana, donde el ejército acampaba antes de un triunfo y donde los jóvenes se ejercitaban con gimnasia, carreras de caballos y de carros. La primera equiria se celebraba el 27 de febrero y la segunda el 14 de marzo. Según las leyendas fueron instituidas por Rómulo.
BONA DEA
Estas fiestas se celebraban el 4 de Diciembre, estaban relacionadas con la fertilidad, el poder de las mujeres, la curación y también eran muy antiguas. Lo más curioso es que se hacían en casa de un magistrado importante, los ritos los dirigía la mujer del magistrado en cuestión y solamente podían asistir mujeres. El secretismo con que eran llevados sus misterios explica lo poco que se sabe de estas celebraciones.
En Roma la política a veces se relacionaba con el ocio como, por ejemplo, en el triunfo que celebraban los generales victoriosos o en fiestas y banquetes que pagaban los magistrados o políticos que se presentaban a elecciones para ganar popularidad.
El triunfo era un desfile en el que el general victorioso entraba con el botín, los prisioneros y su ejército haciendo una procesión por las calles principales, para que el público pudiera contemplar el fruto de sus conquistas y aclamarlo. Era un motivo de fiesta y celebración popular.
Los magistrados organizaban en las fiestas religiosas, banquetes y espectáculos, pagados muchas veces por ellos mismos. Los favoritos de los romanos eran el circo, el anfiteatro y el teatro. En cada edificio se ofrecían diferentes espectáculos.
EL CIRCO
Qué afición hay más popular y visceral que sentarse en la grada de un recinto deportivo lleno a rebosar. Multitudes llenando el graderío, vestidos con los colores de sus ídolos, apuestas de dinero u orgullo sobre quién vencerá y quién no, ánimos exaltados y en la arena grandes héroes admirados y deseados por todos. Esto era el Circo, la atracción de atracciones en aquel momento histórico.
Era la expresión máxima del antiguo hipódromo griego, pero mucho más grande en sus dimensiones y en el negocio y afición que llegó a suscitar. Se trataba de un recinto deportivo donde se realizaban carreras de carros.
La planta del Circo era rectangular con los extremos anchos y redondos para favorecer la apertura en el giro de los carros. La pista principal, llamada arena como en los anfiteatros, estaba partida en dos por un murete, la spina, que hacía de separador y podía ser muy simple o estar repleto de estatuas, obeliscos u ornamentos en los recintos más grandes. En cada extremo de la spina se encontraba la meta, un pilar cónico. En el centro de aquel muro separador se encontraba el septem oba, el marcador manual representado por siete peces o delfines que se iban inclinando a cada vuelta que daban los corredores.
El mejor ejemplo lo tenemos en el Circus Maximus de Roma, que tras la reforma de César tenía 600 m. de pista por 200 m. de ancho y podía alojar cerca de 150.000 espectadores. Era tan fastuoso aquel recinto, que el emperador Augusto colocó un obelisco egipcio en su spina y con el desmantelamiento de sus bloques se construyó la Basílica de San Pedro en el Vaticano durante el siglo XVI.
Los verdaderos protagonistas de aquellos eventos no eran los duunviros o duoviri, que pagaban el espectáculo, o los emperadores que sufragaban tan magnas obras, sino quienes se jugaban la vida subidos a los carros para deleite de plebeyos y patricios: los Aurigas. Muchos de ellos eran esclavos y si su carrera culminaba jalonada de éxitos podían comprar su libertad, aunque también se sabe de libertos compitiendo en todas las arenas del Imperio. No sólo tenían aficionados masculinos, pues muchas matronas fervorosas requerían de los favores de los grandes campeones.
Las carreras de carros eran de dos, tres o cuatro caballos, llamados bigas, trigas o cuadrigas. Quizá uno de los aurigas más famosos en todo el Imperio fue Cayo Apuleyo Diocles, un hispano lusitano que llegó a correr durante 24 años, un gran logro en una profesión tan peligrosa. Participó en 4.257 carreras de las que ganó 1.462, que le cosecharon la indecente cantidad de 35 millones de sestercios. Falleció como un gran potentado a los 42 años, en su villa de Praeneste (Italia).
Mención especial merece el hipódromo de Constantinopla, construido en tiempos del emperador Septimio Severo. Se calcula que tenía cerca de 450 m. de largo y 130 m. de ancho. Tenía una capacidad para 100.000 espectadores. Las facciones de dividían en cuatro colores: blancos, rojos, verdes y azules, siendo estos dos últimos los que absorbieron a los dos primeros y fueron el mayor foco de rivalidad. El hipódromo fue el centro de la vida social de la ciudad y levantó pasiones inimaginables para el resto del mundo medieval, tanto es así que se llegaron a registrar disturbios cercanos a una guerra civil con miles de muertes, como en el año 532 d.C. en la “revuelta de Niká” por una discusión entre seguidores de los verdes y los azules, poniendo incluso en juego el trono del emperador Justiniano.
EL ANFITEATRO
El anfiteatro era un gran edificio suavemente ovalado como dos teatros juntos. Tenía gradas para los espectadores, una arena central y subterráneos donde se escondían animales, decorados y gladiadores. Los espectáculos más típicos del anfiteatro eran las luchas de gladiadores, peleas de fieras e incluso batallas navales, las naumaquias. Precisamente, de una de ellas proviene la célebre frase: “Ave, Caesar, Morituri te Salutant”, es decir, “Ave, César, los que van a morir te saludan”. Contra lo que comúnmente se cree tan sólo se ha documentado una vez y no hay motivos para creer que se usaba habitualmente.
Las luchas a muerte de los gladiadores despertaban el entusiasmo del público, que podía decidir la suerte del perdedor (con los pulgares, con pañuelos o exclamaciones). Los espectadores se sentían protagonistas de un espectáculo sangriento montado para su único disfrute. Los gladiadores solían ser esclavos, condenados a muerte u hombres libres arruinados. También existieron casos de honor y búsqueda de fama. Los más laureados conseguían la gloria y una vida acomodada.
Se distinguían por las armas que llevaban, y luchaban solos, en parejas, en grupos, o contra fieras. Los más famosos fueron los samnitas, mirmillones, tracios, reciarios y secutores.
Los mejores gladiadores se entrenaron en el famoso Ludus Magnus, construido en tiempos de Domiciano junto al Anfiteatro Flavio o, como es más conocido, el Coliseo. El nombre por el que se lo conoce actualmente proviene de una gran estatua que se había levantado poco antes en la zona: el Coloso de Nerón, que formó parte de la Domus Aurea.
Otro de los espectáculos más curiosos de los realizados en los anfiteatros fueron las naumaquias, combates navales realizados en la arena después de ser transformada en un estanque, generalmente mediante el desvío del agua de los acueductos. Se trataba de batallas violentas, con numerosas muertes y con una gran participación de naves y esclavos.
Por último, y quizás los juegos más violentos de todos fueron los bestiarios: cacerías de fieras en las que muchas veces el papel del esclavo lanzado a la arena era simplemente ser devorado por ellas, como ocurrió con frecuencia con los cristianos.
EL TEATRO
Los primeros teatros se construyeron en madera y adobes, estos se derribaban después de concluido el acontecimiento para el cual fueron erigidos. Una ley impedía la construcción de teatros permanentes.
Con el paso del tiempo, y una vez suprimida esa ley, se empezaron a construir siguiendo el modelo arquitectónico propuesto por Vitruvio, constando de:
–Scaenae frons: frente escénico, compuesto de doble orden de columnas.
–Orchestra: semicírculo frente a la escena, en la que se sentaban las autoridades, actuaba el coro y se alzaba una estatua en honor a Dionisio.
–Aditus: pasillos laterales de entrada a la orchestra.
–Cavea: estructura semicircular en forma de graderío, en la que se situaban los espectadores.
–Vomitoria: entradas abovedas por las que se accedía a la cavea.
–Proscaenium: espacio delante de la escena en el que se desarrollaba la acción dramática.
–Porticus post scaenam: pórtico detrás de la escena. Patio porticado.
Algunos teatros podían apoyar la cávea sobre galerías abovedadas, p.ej. el de Mérida, mientras que en otros los arquitectos aprovechaban la ladera de alguna colina para excavar sobre ella la cavea, p.ej. el de Clunia, en Burgos. También podían cubrirse con toldos para proteger a los espectadores de la lluvia o de los rayos solares.
El teatro romano no sólo albergaba representaciones de obras serias griegas, sino que también era escenario de obras más vulgares, como el mimo y la pantomima, que eran las favoritas del pueblo llano.
Hemos visto las manifestaciones de ocio y diversión públicas, hechas en las calles y organizadas por los dirigentes, pero el ocio se daba también en el ámbito privado.
Para los romanos, la cena, que era la comida que se hacía al caer el sol, era motivo para realizar banquetes, que en las casas adineradas y en ocasiones especiales podían ser inmensos, con invitados, y manjares exquisitos. Las fiestas privadas, además, se hacían en las casas con motivo de bodas, nacimientos y funerales.
Beber en grupo era una actividad de ocio que sucedía en tabernas abiertas al público, en collegias, que eran hermandades religiosas o laborales, y en burdeles.
En estos últimos, conocidos como lupanares, se ejercía el oficio más antiguo del mundo, apreciándose algunas curiosidades que nos han llegado hasta nosotros por hallazgos arqueológicos: era habitual encontrar indicaciones en los pavimentos con representaciones fálicas, que debidamente seguidas, una tras otra, llevaban directamente hasta sus entradas. También era frecuente la utilización de frescos que detallaban, en cuadrículas numeradas, los diversos servicios disponibles para los clientes.
Otros pasatiempos privados y juegos realizados en casa y en espacios íntimos son: los juegos infantiles, los juegos de pelota, las actividades físicas y los juegos de azar. Este ocio lúdico se basaba en el juego, la diversión, el recreo, los hábitos saludables y la competición.
JUEGOS INFANTILES
Muchos de los juegos infantiles romanos han llegado a nuestros días sin apenas modificaciones: el escondite, pares o nones, la gallina ciega, el columpio, el balancín o cara o cruz son los más famosos. También destacaba el uso del aro de hierro o bronce, el trochus, que se empujaba con una varilla (el clavis) y llevaba campanillas o anillos que tintineaban al rodar. Muy populares eran también la peonza, las canicas y las muñecas articuladas.
JUEGOS ADULTOS
Los deportes y la actividad física eran las aficiones más practicadas a partir de la adolescencia: competiciones de natación, una de las actividades predilectas de los romanos, carreras pedestres, concursos de saltos, lanzamiento de disco y jabalina, o combates de lucha y pugilato. También hubo prácticas deportivas colectivas como los variados juegos de pelota, conocidos como pila o sphera, que evolucionaron después hacia los modernos hockey, beisbol, balonmano, futbol o rugby.
JUEGOS DE AZAR
En Roma fueron habituales los juegos de azar. El más jugado era el de los dados, en el que se ganaba si se conseguía la puntuación más alta, si se acertaba las puntuaciones que se iban a sacar o si se rellenaba un tablero con distintas puntuaciones.
El juego de las tabas consistía en lanzar al aire varias piezas o huesos a modo de dados y se ganaba o perdía según el lado en que caían.
También se practicaban los bolos, la micatio (adivinar el número de dedos levantados por el rival) y numerosos juegos de tablero que combinaban el azar de los dados con la habilidad al recorrer el itinerario del juego.
Existió un juego similar al ajedrez, denominado juego de los soldados, milites.
LAS TERMAS
Una de las actividades que más agradaban a los romanos era ir a las termas. Se trataba de baños públicos donde había además de piscinas de diferente temperatura, salas de masaje, saunas, jardines y espacios para la gimnasia.
Pero lo más importante de las termas no era la higiene y cuidado del cuerpo, sobre todo eran espacios para relacionarse.
OCIO CULTIVADO
Otra forma de ocio tenía lugar en las bibliotecas y los auditorios, donde se rendía culto a los libros y se realizaban lecturas públicas y conferencias.
Las bibliotecas públicas fueron promocionadas por Augusto y fueron germinando en todo el Imperio, destacando las de Atenas, Caracalla, Como o Milán. Asimismo, la música también fue una afición común, aunque no era considerada un fin en sí misma sino un medio para embellecer los sacrificios, ritos, juegos y desfiles militares. Debido a la escasez de partituras originales que se han conservado, la música romana se considera una extensión de la griega, tanto en composición como en instrumentación (lira, arpa, cítara, flauta o címbalo).
Autor: Valentín Ortiz Juez
Colaborador: Eduardo Ortiz Pardina