ORÍGENES
Se sabe por la arqueología y la etnología en general, que hace más de treinta mil años el hombre moderno ya habitaba la península italiana, y hace ocho mil, en la era neolítica, tribus ligures se asentaban al norte y tribus de sículos al sur. En torno al año 1000 a.C. nada hacía presagiar que un territorio poblado por gentes todavía atrasadas podría llegar a ser el centro de poder y cultura más grande de toda la antigüedad, puesto que en el próximo Oriente (hititas, asirios, babilonios y fenicios principalmente), Egipto y Creta, por ejemplo, ya habían florecido civilizaciones avanzadas. En muchos aspectos brillaron lo suficiente como para dejar una huella indeleble para la historia y presentar una candidatura más prometedora a la hegemonía absoluta que los antepasados de los romanos.
Por aquel entonces algo sacudió al mundo de la Europa continental que empujó a los pueblos del Norte hacia el Sur. Estas gentes dominaban el hierro mientras que los ejércitos civilizados del sur usaban el bronce. Acabaron con algunas de estas civilizaciones y como en Italia no existían supusieron un avance para aquel territorio. A estos invasores se les conoce en esta península como villanoveses por unos restos encontrados en el suburbio de Villanova en Bolonia. Se cree que de la fusión de estos pueblos nórdicos con ligures y sículos surgieron los umbros, los sabinos y los latinos.
En los siguientes siglos se fueron cimentando los focos de poder que cobrarían protagonismo en los primeros pasos de Roma en la historia:
Por mar aparecieron principalmente los griegos y los fenicios. Los primeros establecieron múltiples colonias por el mediterráneo y, entre otros enclaves, los que nos interesan son los de la parte oriental de Trinacria (nombre primitivo usado por los griegos para denominar la isla debido a su forma de tres puntas), después conocida como Sicilia (situada al suroeste de la península cuyo nombre proviene de ese pueblo que llevaba tiempo por la zona y del más antiguo que se tiene constancia en la isla: los sículos), donde destaca Siracusa, fundada en el 734 a.C. También en el extremo sureste de la península italiana fundaron prósperas ciudades, donde destaca Tarento, fundada en torno al 707 a.C. Esta zona gozó de tal esplendor que con el tiempo se la conoció como Magna Grecia.
Por otro lado, los fenicios, pueblo eminentemente comercial y de grandes marinos, procedente del extremo oriental del mar mediterráneo, establecieron múltiples factorías por la parte occidental. De las muchas ciudades que fundaron por el norte de África destacó Cartago, en el 814 a.C., siendo la más próxima a Sicilia (150 km.) y a Italia (460 km.), y en pocos siglos disputaría el liderazgo a Roma poniendo en peligro hasta su propia existencia. En Sicilia ocuparon la parte occidental.
Por tierra surgió la primera civilización desarrollada, la de los etruscos, que se denominaron a sí mismos rasena y por los griegos tyrrhenoi (aquí tenemos el origen etimológico del mar Tirreno y su zona de influencia). La región de Etruria se extendía por el centro de Italia partiendo del río Tíber hasta el río Arno, situado a 360 Km. al noroeste. Su origen aún no está del todo claro y su lengua todavía es un misterio, aunque hay teorías que apuntan a su descendencia de los villanovenses, otras a pueblos de Asia menor (actual Turquía) huidos justamente de los villanovenses invasores de aquel territorio (teoría aceptada en tiempos de Roma y que podría tener buena parte de verdad), otras a pueblos muy antiguos correspondientes a poblaciones previas a la migración de los indoeuropeos (como los vascos), y otras que mezclan varios de estos posibles orígenes para dar como resultado del mestizaje a la civilización etrusca.
Su arte tenía una fuerte influencia oriental, cosa que no tiene porqué probar la teoría de Asia menor debido al abundante flujo comercial existente. La religión se centraba en la muerte, al igual que los egipcios, y erigieron tumbas muy elaboradas. Su tecnología fue de vanguardia en su tiempo: ciudades muy bien construidas con murallas compuestas de grandes bloques de piedra encajadas sin cemento, tuvieron avanzadas vías de comunicación y perforaron túneles, tuvieron templos más grandes que los griegos y usaron el arco en ellos, cosa que no hicieron éstos. También tuvieron juegos, festejos y ritos (como los triunfales, de gobierno de la ciudad, y adivinatorios) y de todo ello bebió la cultura romana ampliamente.
Los etruscos gozaron de la hegemonía regional y su máximo esplendor entre los años 700-500 a.C. dominando Italia central, alcanzando las tierras norteñas del Po y la costa oriental del mar adriático. Tuvieron casi todos los mimbres para llegar a ser el pueblo dominante, pero también un defecto que los igualaba a los griegos de su tiempo: un sistema político en torno a ciudades-estado formado por coaliciones no demasiado cohesionadas en ciertos momentos que permitió más adelante que Roma las derrotase por separado, aún cuando ella misma era más débil que cada una de ellas por separado. El enfrentamiento más cruento y duradero lo tuvo contra la ciudad-estado de Veyes, conflicto que duró muchos años y comparable al que tuvo en tiempos republicanos con Cartago. Fueron guerras a muerte, y tras las victorias se ocuparon a fondo en la tarea de borrar sus huellas.
Mucho antes, en torno al año 900 a.C. se formó la Liga Latina, una coalición de 30 ciudades pertenecientes al Lacio, el distrito existente al otro lado del rio Tíber (frontera de entonces), con unas mismas costumbres y una misma lengua (el latín) y seguramente formada para protegerse del poder creciente de los etruscos. El dominio de esta coalición lo ejerció Alba Longa, que juntamente con Lavinio, se consideran las precursoras de Roma. La primera estaba ubicada a tan sólo 20 km. de ella y la segunda a 53 km.
LEYENDAS
Las leyendas (muchas de ellas de origen griego) nos cuentan la historia de su mítico nacimiento. De las leyendas suele haber mucho de idealización y a veces, como es el caso, algo de verdad. Según la Eneida, escrita por Virgilio en el siglo I a.C. sucedieron los siguientes hechos:
El protagonista principal es Eneas, hijo del héroe troyano Anquises y de la diosa Venus, protectora de Troya, que huyó de esta ciudad con su hijo Ascanio (también conocido como Julo o Iulus). Era viudo de Creúsa, la hija de los reyes de Troya Príamo y Hécuba. Salvó a su padre de la destrucción pero posteriormente éste fallece en Sicilia. Entonces se refugió en el Lacio con su hijo, donde pactó con el rey latino y contrajo matrimonio con su hija Lavinia. En su honor fundó la ciudad de Lavinio (precursora de Roma y en sus inicios el principal centro de la Liga Latina). Antes de eso Eneas tuvo que luchar contra los rútulos y sus aliados, puesto que su líder, Turno, estaba despechado por habérsele negado el matrimonio previamente acordado con el rey latino.
Más tarde, Ascanio fundó la ciudad de Alba Longa (otra precursora de Roma y a la postre principal centro de la Liga Latina). Allí doce reyes le suceden (una estirpe de reyes latinos). La sobrina del último de ellos (Rea Silvia) tiene dos hijos con el dios Marte: Rómulo y Remo, cuyo tío Amulio, que había destronado a su hermano y primogénito: Numitor, arroja a las orillas del Tíber para borrar toda descendencia que pudiese reclamar el trono. La famosa loba los salva y los amamanta en una gruta del Palatino, hasta que son descubiertos y criados por Fáustulo y Larentia. Tito Livio apunta por vocación histórica que la loba sería Larentia, puesto que era denominada lupula por los pastores de la zona, siendo este término utilizado tanto para designar a lobas como a mujeres que ejercían la prostitución, pasando más tarde a formar parte de la leyenda simbólica por una tergiversación muy adecuada del significado de la palabra. En cuanto a la citada paternidad de Marte, se debe probablemente a que Rea Silvia fue violada después de haber sido obligada a ingresar en el colegio de sacerdotisas de la diosa Vesta (institución muy antigua que perduraría hasta la implantación absoluta del cristianismo), cuyo cometido era velar por el fuego sagrado que garantizaba la seguridad del Estado y que no se podía apagar jamás. El servicio de estas doncellas vestales era de 30 años y exigía una castidad absoluta, una obligación cuya infracción suponía ser enterradas vivas. Posteriormente, como era de esperar, Rea Silvia es ejecutada por orden del rey Amulio.
Pasa el tiempo, los gemelos crecen y cuando son lo suficientemente fuertes se las ingenian para recobrar su puesto en Alba Longa y restituir a Numitor en el trono. Inmediatamente solicitan permiso al rey para fundar una nueva ciudad, cosa que les es concedida, y junto a otros jóvenes marchan con lo poco que tienen en busca de un lugar favorable. Existía una costumbre bastante común en esta época debido al excedente de población: poco después de la pubertad grupos de hombres iban en busca de nuevos enclaves o se integraban en otros similares.
Finalmente deciden fundar una nueva ciudad en un lugar donde los presagios son favorables. Se trata precisamente de un emplazamiento junto al río Tíber, la frontera con Etruria, sobre una hermosa colina: el Palatino. A pesar de su belleza, con vistas a los montes Albanos, al norte las cumbres nevadas de los montes Apeninos y un río que fluía dulcemente hasta el cercano mar, toda la región colindante era un erial despoblado por culpa de la malaria. En aquel emplazamiento Rómulo ve doce buitres, mientras que su hermano Remo ve seis. Tras esto y siguiendo tradiciones de origen etrusco, Rómulo surca con un arado tirado por un buey y una vaca blancos los márgenes que se amurallarían en esta nueva ciudad, teniendo cuidado de levantarlo en los lugares por donde penetrarían los ciudadanos. Remo reacciona burlonamente atravesando el surco y su hermano lo asesina diciendo después: «Así muera en adelante cualquier otro que franquee mis murallas». Este crimen viene a dar significado a una inviolabilidad de la ciudad que durante muchos siglos se mantendría. En ese momento ya podían ponerse a trabajar en la construcción de una nueva ciudad sin poderse imaginar el destino que les aguardaba.
Seguidamente, Rómulo y sus compañeros, se afanan en abrir en el centro de la colina el lugar sagrado, el mundus, excavando un pozo donde todos los nuevos ciudadanos depositarían un puñado de tierra de su lugar de origen. La leyenda aseguraba que ese pozo era una puerta al inframundo. Actualmente se conservan algunos restos del Umbilicus Urbis Romae (el ombligo de Roma) del siglo IV d.C. en el Foro Romano y se supone que coincide con ese lugar sagrado, marcando el centro teórico y simbólico de Roma y desde donde se medían todas las vías militares.
La etimología de Roma genera controversia y existen varias teorías: podría provenir de su fundador, Rómulo, pero también del linaje etrusco de los ruma, o también del término rumon que significa río (Roma, ciudad del río). En cuanto a la famosa estatua de la loba, se sabe que era etrusca (s. VI-VII a.C.) y se expuso como símbolo de la ciudad, aunque se acabó perdiendo hasta la edad Media, cuando se recuperó en el Laterano. Los gemelos fueron añadidos por Palliolo en el siglo XV.
Más tarde, ante la escasez de mujeres del incipiente pueblo romano, la leyenda nos cuenta que Rómulo congrega a todos los pastores de los pueblos vecinos en una gran fiesta y los romanos aprovechan para raptar a las sabinas. Los vecinos claman venganza, pero son vencidos por las tropas de Rómulo. Más tarde se libra una batalla que llega hasta las puertas de la ciudadela de Roma, pero las secuestradas consiguen evitar la guerra entre sus esposos y sus hermanos, consiguiéndose así el establecimiento de muchos sabinos en Roma. Lo más probable es que se llegase a un tipo de acuerdo con los sabinos (quirites) para salvar la crisis demográfica a que se estaba abocando una Roma mayoritariamente compuesta de varones, a cambio de alguna contraprestación (como pudiera ser la de socorro militar en caso de peligro).
Al emplazamiento primitivo sobre el Palatino (Roma quadrata) se unen las colinas de los sabinos: Quirinal y Viminal, tras un acuerdo con el rey latino Tito Tacio, y se pacta un reinado conjunto que quedaría en manos del que sobreviviera al otro. El rey sabino muere y a partir de aquel momento ya se puede considerar a Rómulo como primer rey de Roma que acabaría siendo divinizado como Quirino o Quirinus. En estos hechos históricos se explica que los romanos se autodenominasen quirites.
Roma caminaba ya imparable hacia el septimontium, la ciudad de las siete colinas.
Autor: Eduardo Ortiz Pardina