Cecas del Imperio Romano
Cecas del Imperio Romano

Si en algo se sustentó la fortaleza del mundo romano frente a sus vecinos y enemigos fue sin duda en su economía. Y si algo explica su caída lo es también por sus crisis en este aspecto.

En su etapa inicial, en los tiempos de los reyes, Roma se basó en mayor medida en la ganadería y en la agricultura. En la etapa republicana la agricultura adoptó gran importancia y comenzó a florecer el comercio. En época imperial el comercio tuvo una importancia capital donde comerciantes y artesanos de toda índole, agrupados en collegia (cofradías profesionales) proliferaron en las ciudades vendiendo todo tipo de productos en sus tiendas: las tabernae. También existieron empresarios que dejaban en manos de esclavos todo el trabajo.

Grandes fortunas se hicieron en el sector inmobiliario, como fue el caso del triunviro Craso que engordó enormemente sus arcas alquilando viviendas en sus insulae. Se llegaron a construir con frecuencia edificios de hasta 6 plantas, regulándose su altura en tiempos de Augusto hasta los setenta pies (20,70 metros aproximadamente). Esto nos da una imagen y una organización de las ciudades muy similares a las actuales.

A lo largo de toda su historia, el eje común sobre el que se movió el poderío económico fue la guerra: tan importante fue que hasta la llegada de la famosa pax romana, en los primeros años de nuestra era, siempre existió un casus belli (un motivo para declarar la guerra) o se buscó con el pretexto que fuera necesario con el fin de obtener jugosos botines en forma de riquezas y esclavos. Así se explica la continua y vertiginosa expansión territorial inicial y a su vez el declive al estancarse los límites de las fronteras, ya que las campañas ofensivas dejaron de existir al igual que los pingües beneficios de sus victorias, mientras que los conflictos defensivos no hicieron más que erosionar el erario del estado y consumir excesivos recursos para el mantenimiento de los ejércitos fronterizos: tan sólo hay que tratar de imaginar lo que era mantener en torno a 350.000 legionarios con todo el engranaje militar que los rodeaba sin obtener a cambio los cuantiosos beneficios del pasado en ricas provincias conquistadas. Esto, unido al fin del modelo esclavista por la victoria moral del cristianismo, las sucesivas guerras civiles y el resurgimiento de la corrupción, convirtió al imperio romano en un gigante con pies de barro, demasiado apetecible y accesible para los bárbaros que acechaban y se acumulaban más y más cerca de los limes.

La sociedad esclavista dio paso a un modelo nuevo: sentando las bases de de la servidumbre que sería el fundamento del feudalismo del Medievo.

Marcas de carro en Pompeya
Marcas de carro en Pompeya
Ancla romana
Ancla romana

GANADERÍA Y AGRICULTURA

Puesto que los antepasados, los primeros quirites, se dedicaron casi en exclusiva al pastoreo y la agricultura, estas actividades siempre estuvieron bien vistas, y en épocas de mayor refinamiento e influencias extranjeras, no pocos personajes ilustres apelaron a las viejas virtudes rurales frente al vicio y decadencia del mundo urbano. La agricultura se centró en la vid, los cereales y la oliva, que proporcionaban productos que se podían almacenar y no eran perecederos. La anexión de Egipto fue importantísima para abastecer posteriormente al imperio, tanto es así que se la llegó a considerar su granero, aunque tampoco hay que desmerecer otras provincias como Sicilia o Cartago. En cambio, los productos más perecederos eran producidos en los alrededores de las urbes que eran abastecidas a diario por los campesinos locales.

Aunque se fundamentó en las técnicas sumerias importadas a través de pueblos posteriores, la cultura romana aportó avances agrícolas, algunos de ellos han llegado hasta hoy: intrincados sistemas de irrigación de tierras y desecación de zonas pantanosas, molinos de agua y viento, implantación de rotación de cultivos, un arado de doble hoja, el vallus (una especie de cosechadora impulsada generalmente por bueyes) y usaron sistemas de medida como la balanza romana por ejemplo.

MINERÍA

Como en tantas otras cosas, encontramos en Roma el origen de la ingeniería de minas.

En cuanto a los minerales metálicos, los principales recursos provinieron de las minas de Hispania (provincia generosa también en la oliva y la vid, así como la industria pesquera del atún). El oro, la plata, el hierro, el cobre y el plomo extraídos de sus entrañas engordaron más si cabe esta prosperidad.

La Dacia proveyó buenas cantidades de oro tras las conquistas de Trajano, Britania y África plomo, Italia y Chipre cobre y estaño (pudiendo así fabricar bronce con ambos metales). Fue tal el desarrollo de la industria aurífera que prácticamente todos los yacimientos de oro conocidos en la actualidad a ambos lados del Mediterráneo ya fueron catalogados y explotados por los romanos.

Industrias extractivas de piedra, mármol y granito regaron todo el imperio. Fueron básicas para la expansión urbanística y las infraestructuras.

La sal fue muy importante también para la conservación de alimentos, sobre todo los procedentes de la pesca, constituyendo una de las fuentes de alimento más importantes de todo el territorio. Los principales centros de extracción estaban situados en Ostia (el puerto de Roma), Sicilia, la costa mediterránea de la Galia y al norte de Cartago Nova (actual Cartagena). Se usó tanto la evaporación como la retirada por bloques, dependiendo del yacimiento.

Otras materias primas tuvieron que ser importadas, como el alabastro de Arabia, el ámbar de la Germania y el marfil de África.

Para la administración de las explotaciones se designaron procuradores.

Mina de oro de las Médulas. León
Mina de oro de las Médulas. León
Mercado de Trajano
Mercado de Trajano
Mercado de Trajano
Mercado de Trajano
Mercado de Trajano
Mercado de Trajano

COMERCIO

A medida que el territorio aumentó se hizo necesario el aseguramiento de las transacciones comerciales y eso se consiguió casi definitivamente en tiempos de Augusto con una paz de cuatro décadas, donde una vasta red de calzadas de alta calidad y un mar interior plagado de puertos bien abastecidos y pertrechados hizo fluir un crecimiento económico sin precedentes. Anteriormente, el gran general Pompeyo, hacia el final del período republicano pacificó el Mare Nostrum derrotando definitivamente a los piratas cilicios, años antes de la primera guerra civil que lo enfrentó a un coloso militar: Cayo Julio César.

Los mercaderes romanos se adentraron en Arabia y más allá de Egipto, llegaron hasta la costa occidental de la India y algunos navegaron hasta Ceilán (estableciendo incluso pequeñas delegaciones para proteger sus intereses) e incluso China. La ruta de la seda tuvo en la época imperial su nacimiento y para proteger el tránsito de mercancías por vía terrestre se estableció una línea de fortificaciones cada pocas decenas de kilómetros, en el extremo oriental del imperio, con contingentes de caballería para repeler ataques a las caravanas por parte de tribus nómadas belicosas. A lo largo del territorio, las ciudades de nueva creación se diseñaron en base a un plano ortogonal donde imperaban las cuadrículas y ángulos rectos que facilitaron el transporte, con amplios foros para atraer y estimular las transacciones.

En el mar los barcos mercantes con su característica vela cuadrada podían navegar con viento favorable a 6 nudos, pudiendo conectar el Atlántico con Roma en tan sólo una semana, y con capacidades variables según su tamaño pudiendo llegar a 200 toneladas. Eran lo suficientemente flexibles y gracias al diseño de su casco podían permitirse adentrarse en los deltas y navegar contra la corriente de los ríos caudalosos como el Rin, el Danubio, el Éufrates, el Nilo, el Tíber o el Ebro, llegando así a ciudades de interior como la misma Roma o Caesaraugusta (actual Zaragoza). Estas galeras surcaron con frecuencia ríos como el Phasis o el Cyrus usando rutas al sur del Cáucaso heredadas de los antiguos griegos que a su vez las habían heredado de los reinos locales.

Restos de Ostia
Restos de Ostia
Via de la Plata y Arco de Caparra. Cáceres
Via de la Plata y Arco de Caparra. Cáceres

LA MONEDA

La economía romana se basó con el tiempo en su sistema monetario, pero es poco conocida por el público en general la tardía adopción de uno de verdad, puesto que hasta mediados del siglo IV a.C. no acuñaron moneda y fundamentaron sus transacciones en el trueque y en menor medida también en una unidad monetaria primitiva conocida como as que como su traducción del latín significa era de bronce.

Los ases fueron copiados de los etruscos y en época imperial ya no se usaron. En sus orígenes se trataban de toscas piezas fundidas de oricalco (material compuesto en 4/5 partes de cobre y 1/5 de cinc): el aes rude. Posteriormente adoptaron forma de lingotes añadiéndose después marcas (aes signatum), algunas de ellas de ganado (pecus) probablemente indicando su equivalencia (de aquí el origen del concepto pecuniario: dinero). Finalmente, la primera moneda de forma circular que implantó Roma: el aes grave, de bronce, introducido en torno al año 269 a.C. incluía en su diseño el rostro del dios bifronte Jano en un lado y la proa de una galera en el otro (ensalzando el poderío naval recién adquirido). Partiendo de esta unidad de referencia surgieron monedas fraccionarias con el mismo diseño pero variando las divinidades representadas: semis (1/2 as: Saturno), triens (1/3 de as: Minerva), quadrans (1/4 de as: Hércules), sextans (1/6 de as: Mercurio), uncia (1/12 de as: Belona).

Monedas descubiertas en Britania
Monedas descubiertas en Britania

Poco antes de acuñar moneda, los romanos encargaron a las colonias griegas la fabricación de monedas de plata a imitación de las suyas: didracmas. Les siguieron los quadrigatus y poco después los victoriatus (con origen en Iliria). Fue a partir de las conquistas de estas colonias griegas del sur de Italia (principalmente la rica Tarento) que se empezaron a acuñar monedas de plata de facturación propia y no fue hasta mucho después que se extendieron las de oro.

El sistema monetario tomó como referencia desde finales del período republicano el aureus (áureo, oro), aunque se utilizó poco en la práctica. La circulación efectiva de moneda basada en plata tuvo la primera emisión en torno al año 200 a.C. tomando como moneda oficial del imperio el denario. También fue copiado, esta vez de las dracmas griegas. Una moneda fraccionaria muy conocida fue el sestercio (100 monedas equivalían a un áureo), que se acuñó tanto en plata como en cobre. Otra moneda fraccionaria fue el quinarius (el de oro equivalía a medio áureo y hacían falta 25 piezas con el de plata para igualar el valor del quinario de oro). Y por último, tenemos el dupondio o dupondius con valor de dos ases o medio sestercio.

Como curiosidades: hay que destacar que la etimología del denario proviene de diez asnos (denis asinum) tomados como equivalencia, todavía ganadera, de dicha pieza. Hasta el año 133 a.C. un denario equivalió a 10 ases. Después de esa fecha a 16. Introducido el áureo, éste equivalió a 25 denarios. En época imperial se volvió a utilizar el cobre y el bronce, y poco antes Julio César inició la moda de representar rostros de personajes ilustres en las monedas.

En época imperial se realizaron diversas reformas para equilibrar la economía con éxitos dispares. Las más relevantes fueron las realizadas bajo los mandatos de Augusto, Nerón, Caracalla, Aureliano, Diocleciano y Constantino.

Didracma de plata del s. III a.C.
Didracma de plata del s. III a.C.
Áureo de Augusto (8,18 gr. de oro)
Áureo de Augusto (8,18 gr. de oro)
Áureo de Nerón (7,27 gr. de oro)
Áureo de Nerón (7,27 gr. de oro)
Moneda de Adriano
Moneda de Adriano

Augusto basó el sistema a partir de un áureo de 7,79 gramos de oro.

En tiempos de Nerón, fruto de la devaluación de la moneda a raíz de una inflación descontrolada, los denarios de plata se convirtieron en una aleación con tan sólo la mitad de dicho material. Rebajó el peso del áureo a 7,27 gramos.

Caracalla quiso arreglar este problema introduciendo una nueva moneda: el antoniniano, que progresivamente perdió valor hasta convertirse en una moneda de cobre con baño de plata que tan sólo representaba el 3% de su valor medio siglo después. Rebajó el peso del áureo a 6,54 gramos.

Aureliano entre otras medidas mejoró la calidad de las monedas y reformó la ceca (lugar donde se fabrica la moneda).

Diocleciano volvió a acuñar monedas de plata, cosa que no se había producido en medio siglo, introduciendo el argenteus. En bronce también introdujo una nueva moneda parecida al as: el follis, que a veces era bañado en plata. A su vez, desde esta reforma aparecen las marcas de la ceca acuñadora con asiduidad.

Constantino efectuó una amplia reforma que abarcó muchos aspectos, pero principalmente se recuerda por el reemplazo del áureo por el sólido o solidus (de 4,5 gramos de oro aproximadamente), que a su vez tuvo sus monedas fraccionarias: el semis (2,27 gramos) y el scrupulus (1,70 gramos). En plata introdujo el miliarense (18 equivalían a un sólido) y la siliqua (24 equivalían a un sólido).

El sólido fue la moneda de referencia con la que cayó el imperio occidental y lo fue también en Bizancio, el imperio oriental, hasta el emperador Alejo Comneno (1081-1118 d.C.) que lo sustituyó por el hyperpyron.

A finales del siglo VII un califa omeya copió el sólido en calidad, peso y diseño, introduciendo poco tiempo después versos coránicos en la acuñación: se trataba del dinar. Con esta moneda pretendía competir con los bizantinos en materia económica, además de la religiosa o militar, pugnando por la hegemonía de Oriente.

En cuanto a las cecas hay que señalar que en tiempos republicanos las provincias podían fabricar su propia moneda. Al inicio del imperio pierden este derecho y se establece una magistratura compuesta por los triumviri monetales, unos oficiales encargados de su supervisión. El emperador tuvo la potestad de emitir en oro y plata y dejó el cobre para el Senado. Normalmente se acuñó moneda en Roma pero a medida que el territorio ganaba en extensión se fueron creando otros centros para su fabricación bajo control de cuestores y procónsules, y más tarde procuradores, lográndose una moneda unificada en todas las provincias. Algunas cecas importantes tras la de Roma capital fueron las de Lugdunum (actual Lyon), Aquileia, Nicomedia y Constantinopla, aunque se tiene constancia de varios cientos a lo largo de todo el imperio.

Monedas del s. III d.C.
Monedas del s. III d.C.
Sólido del Emperador Honorio (s. IV-V d.C.)
Sólido del Emperador Honorio (s. IV-V d.C.)
Moneda de oro visigoda
Moneda de oro visigoda

Autor: Eduardo Ortiz Pardina