Roma 44 a.C.-14 d.C.
Roma 44 a.C.-14 d.C.
Emperatriz Livia. Esposa de Augusto
Emperatriz Livia. Esposa de Augusto

Augusto (cuyo próspero gobierno transcurrió entre 27 a.C.-14 d.C.) se apoyó en su tercera esposa: Livia (probablemente la mujer más importante de la historia romana), a la que la tradición le otorga una vida protagonizada por envenenamientos y conspiraciones, aunque en aspectos de gobierno ejerció una notable y fructífera influencia. Juntos, ella y su esposo, emprendieron una gran labor de construcción de infraestructuras, templos y monumentos, y acrecentaron la influencia del imperio más allá de sus fronteras.

La única mancha de este periodo fue la propiciada por la gran derrota de Teutoburgo del año 9 d.C., donde el general Varo perdió en una emboscada a las mejores legiones del Imperio, propiciada por Arminio (oficial de origen germano, de la tribu de los queruscos, que traicionó a los romanos), y se abandonó el sueño de consolidar una frontera tras el rio Elba (que ciertamente hubiera sido más estrecha y mejor defendible de haberse consolidado) y se retrocedió nuevamente hasta el Rin. Cuentan los historiadores, probablemente algo exagerados, que el emperador pasó un año deambulando por palacio sin afeitarse ni cortarse el pelo, pidiendo a Varo que le devolviera sus legiones. De todos modos, gracias a generales como Germánico, vengaron a los caídos y recuperaron las águilas perdidas, aunque la frontera nunca más volvió hasta el Elba.

Octavio Augusto inauguró la dinastía Julia y fue sucedido por familiares suyos hasta el año 68: Tiberio (al principio buen administrador de la situación heredada, pero perdido en su vida privada a causa de su torcida moral), Calígula (nefasto emperador que entre sus proezas está el nombrar como senador a su caballo, despilfarrar todo lo acumulado en las arcas imperiales por sus predecesores y condenar a muerte a todo el que se le antojaba), Claudio (buen emperador que invadió Britania y gestionó hábilmente el Imperio) y Nerón (otra desgracia para Roma, cuya capital se cree incendió apelando a sus magníficas dotes artísticas y que empujó al sobresaliente Séneca a utilizar la cicuta para acabar con su vida).

Tras una breve etapa de luchas por la sucesión con emperadores efímeros (Galba, Otón y Vitelio) tomó el poder la dinastía Flavia, del 69 al 96, y contó con los emperadores Vespasiano, Tito y Domiciano (este último también fue otra lacra para la nación, destacando por su despotismo y crueldad, hasta que finalmente acabó asesinado, terminando con él esta dinastía). En este período se sometió al pueblo judío y con sus riquezas se financió la icónica obra del Coliseo.

Emperador Augusto
Emperador Augusto
Emperador Tito
Emperador Tito

Es en este momento cuando se inicia una de las etapas más florecientes y esplendorosas desde la muerte de Julio César: la época de la dinastía Antonina (96-192), destacando entre ellos: Nerva (elegido por el Senado y que inició la tradición de elegir a los herederos al trono por aptitudes y merecimientos y no por derechos dinásticos), los magníficos hispanos Trajano (que sometió a la actual Rumania: la Dacia, con la ayuda de su magnífico general africano Lucio Quieto que comandaba sus legiones, y que soñó emular la epopeya de Alejandro Magno, es decir, ampliando los límites del imperio hasta el océano Índico y la mismísima India, llegando tan lejos como ningún emperador romano jamás lo hizo) y Adriano (el gran viajero y constructor de infraestructuras: bajo su mandato se construyó el famoso muro en Britania, que lleva su nombre, y que marcaba los límites imperiales con respecto a los belicosos escotos y puso punto final al expansionismo romano protegiendo el Imperio tras sus fronteras), y también Antonino Pío (que dirigió desde Italia los conflictos provinciales delegando en los gobernadores, promoviendo una política de apaciguamiento y de mejora de la vida en las provincias y llegó a elevar un muro más al norte que el de Adriano, aunque su duración fue efímera: el muro antonino). Finalmente Marco Aurelio (el filósofo, tuvo que hacer frente a los conflictos en el limes germano y en Oriente a los partos y a una sublevación que aplastó).

Máxima expansión del Imperio con Trajano
Máxima expansión del Imperio con Trajano

Los Antoninos destacaron por su alta condición humana y por su trabajo por la estabilidad y la prosperidad imperiales. Sus gobernantes fueron conocidos como los cinco buenos emperadores. A este período (junto a la pax romana de Augusto) corresponde la más brillante etapa de bienestar del Mediterráneo y Europa hasta la actualidad: fue el momento de las grandes obras públicas, de la máxima expansión territorial (con amplísimos dominios en tres continentes), del mayor comercio y de la paz más duradera. Las aportaciones de las clases medias provinciales fueron decisivas y altamente enriquecedoras para lograr lo que siglos atrás no hubiera sido más que un sueño.

La dinastía la completó un sexto emperador: Cómodo (cuyo gobierno fue degenerando hasta provocar una crisis política que tras su asesinato derivó en una etapa de nuevas guerras civiles conocida como “el año de los cinco emperadores”, por el número de pretendientes que hubo).

Tras los efímeros Pertinax (asesinado a los pocos meses por la guardia pretoriana) y Didio Juliano (elevado al poder por ganar la puja por la lealtad pretoriana), Septimio Severo es proclamado emperador por sus legiones de la Panonia y marcha sobre Roma eliminando a Juliano y a otros dos opositores al púrpura, inaugurando así una nueva etapa: la dinastía de los Severos.

El hijo de Severo, Caracalla, concedió en el año 212 la ciudadanía romana a toda la población libre bajo el dominio del Imperio. Tras ello, mientras las provincias más ricas y fértiles prosperaban, Italia comenzó a decaer económicamente. Se padecieron problemas inflacionistas debido a la acuñación de monedas que cada vez contenían menos plata. Igualmente, en la clase dirigente aumentaron progresivamente los militares y en el ejército los soldados bárbaros, que eran menos disciplinados y eficientes, y por supuesto menos patriotas que sus predecesores.

Emperador Tiberio
Emperador Tiberio
Columna Trajana. Roma
Columna Trajana. Roma
Anfiteatro de Nimes
Anfiteatro de Nimes
Emperador Claudio
Emperador Claudio

Pronto se inició un período protagonizado por los emperadores soldados.

La barbarización del ejército fue un factor clave para entender la posterior desmembración del imperio. Otros no menos importantes fueron: el fin de las guerras de conquista (ausencia de botines), atrincheramiento tras los limes con extensos territorios a defender (gran incremento del gasto), las constantes presiones fronterizas sobre todo de los pueblos germanos (inestabilidad social y económica), la asfixiante crisis económica de los siglos IV y sobre todo V (pérdida de músculo económico para hacer frente a los problemas), y el profundo cambio religioso y de valores de la mayor parte de la población (ante las desgracias la plebe pensaba más en la justicia del mundo venidero que en la de su presente). Todos estos factores unidos a corruptelas más o menos extendidas y a las confrontaciones civiles por el poder, terminaron desangrando al Imperio.

Tras transformarse el Imperio en monarquía militar durante el siglo III (relegando definitivamente al Senado a un papel testimonial) y alternarse con períodos de anarquía, ascendió al poder la dinastía Ilírica. Sus emperadores proporcionaron una sólida restauración, cohesión territorial, y un reforzamiento de las fronteras sobre líneas más apropiadas.

En esta dinastía destacó Aureliano. Considerado uno de los mejores emperadores, recompuso el Imperio tras quince años de rebeliones y desmembramientos. Derrotó sucesivamente a las tribus de sármatas, alamanes, godos y vándalos, a los sublevados del Imperio Galo y el de Palmira y elevó unas nuevas y recias murallas en la capital con un perímetro de en torno a 19 km para protegerla de las cada vez más preocupantes incursiones bárbaras. Por el contrario, se vio obligado a retirar las tropas definitivamente de la provincia de la Dacia para defenderse mejor.

Ara Pacis
Ara Pacis
Villa Adriana. Tívoli
Villa Adriana. Tívoli

También destacó Diocleciano, que profundizó las reformas del aparato institucional iniciadas por Aureliano, dividiendo el Imperio en cuatro partes para su mejor gobierno dando lugar a la “tetrarquía” compuesta por dos augustos y dos césares. Tras su abdicación fue sucedido por otro de los grandes emperadores: Constantino, que en el lecho de muerte se convirtió al cristianismo, habiendo proclamado antes la libertad de culto y habiéndose apoyado en la Iglesia para reforzar su poder político. Consiguió un cierto esplendor económico, pero los grandes gastos militares, los generados por las múltiples obras públicas en todo el territorio (fundamentalmente en las capitales de la tetrarquía y en la segunda capital de Roma: Constantinopla, que él mismo fundó), unidos a los derivados de la extensa burocracia administrativa interior, sumieron poco después a toda la nación en una severa crisis.

Roma estaba empezando a dar muestras de flaqueza, y eso fue un nefasto mensaje para los pueblos bárbaros que se habían ido instalando al norte del limes. Ellos vivían en la miseria conociendo las ventajas y los lujos de la vida urbana del Imperio, seguían siendo pueblos guerreros y con mayor población, mientras que Roma comenzaban a relajar su espíritu combativo al importar nuevas costumbres y refinamientos orientales. Por otro lado, el cristianismo, un nuevo culto que trascendía más allá del poder terrenal, se extendía rápidamente por las capas menos favorecidas. Las pocas legiones íntegramente latinas que quedaban, desperdiciaban su superioridad ofensiva atrincherándose tras el limes continental, una impresionante muralla de cientos de km. que protegía las tierras situadas entre el Rin y el Danubio, y otros puestos avanzados a lo largo de estos dos ríos.

Coemperador Lucio Vero (Gobernó varios años junto a Marco Aurelio)
Coemperador Lucio Vero (Gobernó varios años junto a Marco Aurelio)
General Agripa
General Agripa

Era el momento propicio, que tanto habían esperado los germanos, para pasar a la acción, exigir con su fuerza los beneficios de la civilización y ocupar un lugar preeminente en la historia.

A medida que el Estado perdía su vinculación oficial con los cultos paganos, se comenzó a interesar por los asuntos de la Iglesia, estando generalmente del lado del arrianismo (corriente cristiana opuesta a la ortodoxia del clero romano y por tanto herética), por su adaptación a la estructura política imperante.

Con el hispano Teodosio, el último de los grandes emperadores, renació el Imperio cuando su declive se iba acelerando año tras año. Bajo su gobierno se consiguió de nuevo la unidad política y religiosa en torno a la Iglesia romana (antiarriana). Su muerte supuso la definitiva división del país en dos: Imperio Occidental (con capital en Roma) e Imperio Oriental (con capital en Constantinopla, llamada después Bizancio).

A pesar de efectuarse con la motivación de defender mejor las fronteras y ayudarse mutuamente en caso de necesidad, Oriente dio la espalda más de una vez a Occidente ante las oleadas invasoras de germanos (especialmente las godas) y hunos (provenientes de las profundidades de Asia Central, y de etnia mongola).

En este período aparecen los dos últimos grandes generales romanos: principalmente Flavio Estilicón (360-408), hijo de un comandante de caballería vándalo, que se ganó la confianza de Teodosio y a su muerte recibió la misión de velar por sus hijos y de gestionar la nación hasta que tuvieran edad para tomar el poder: Honorio y Arcadio (futuros emperadores de Occidente y de Oriente respectivamente). De Bizancio no tuvo el apoyo necesario y se ocupó de la defensa de Occidente, derrotando a los visigodos de Alarico y reconquistando la Galia y parte de Britania, convirtiéndose así en el líder que el pueblo necesitaba para mantener el orgullo de ser romano.

Nos situamos ya en el último siglo de existencia del Imperio Romano de Occidente. Estilicón comanda legiones formadas por mil hombres, de infantería ligera, porque a los soldados les molesta cargar con el pesado equipo en los combates y en los desplazamientos. Aún así, este general es capaz de mover a sus legionarios con la vieja disciplina y de infundir temor en el enemigo. Tenía su base de operaciones en Milán o Mediolanum y entre sus legiones contaba con la Joviana, la Herculiana y la III Augusta, además de varias auxiliares que en esta época se diferenciaban poco. La mayoría procedentes de la Galia, en torno a cinco mil hombres. Lo mejor del Imperio que siglos atrás había llegado a desplegar hasta 350.000 hombres en las fronteras. Con estas exiguas legiones de élite se movió de Britania a África y de la Galia a lo largo del norte de Italia salvando todas las crisis. Tal éxito y gloria alcanzó, que le valió la envidia ingrata del inmaduro Honorio, que lo ajustició vilmente tras una revuelta militar, convirtiendo los éxitos de Estilicón en frágiles y efímeros.

Prisionero Dacio
Prisionero Dacio
Villa Adriana. Tívoli
Villa Adriana. Tívoli
Arco de triunfo de Orange
Arco de triunfo de Orange

Por otro lado, Flavio Aecio, el último gran militar en el ocaso del Imperio Occidental, que tras laurearse durante toda su vida con éxitos en sus campañas contra los germanos, utilizando curiosamente algunas veces a los hunos como aliados mercenarios, se vio inmerso en el liderazgo de unas tropas procedentes de todos los rincones del Imperio, de los aliados visigodos de Teodorico y también algunos francos, en una batalla decisiva, de una magnitud numérica descomunal e incomparable si atendemos a las fuentes que la narran (Jordanes, historiador del Imperio Oriental, siglo VI): la batalla de los Montes Cataláunicos (en el norte de la Galia, actual región de Champaña que le debe su nombre). Venció a los imparables hunos de Atila, donde según la leyenda se enfrentaron 200.000 romano-germánicos frente a unos 500.000 hunos.

Aecio no pudo evitar la inminente caída de Roma en manos de las salvajes tribus germanas (que a la postre, por admiración a una cultura superior adoptaron la lengua, el derecho y la administración romanas, fundiendo sus culturas con las de los habitantes de las provincias). Lo que sí consiguió con su victoria fue que perdurase el legado de la cultura clásica que sigue vivo en la actualidad, un legado que Atila amenazaba con borrar de la faz de la tierra.

Restos de Pompeya
Restos de Pompeya
Calles de Pompeya
Calles de Pompeya
Roma Imperial
Roma Imperial

Como veremos en el apartado de las invasiones bárbaras, la parte occidental padeció incursiones germánicas (principalmente godos, vándalos, suevos, burgundios y alanos) desde principios del siglo V. Alarico, al mando de tropas godas asaltó y saqueó Roma en el año 410, y Genserico hizo lo propio al mando de los vándalos en el 455. A lo largo de este siglo de completa decadencia, se fueron constituyendo los reinos romano-germánicos (semilla del próximo sueño de unidad europea: el Sacro Imperio Romano-Germánico y origen de los estados modernos), con cierta autonomía (tratados de coterritorialidad y mutua defensa) como en el caso de los visigodos en Hispania (en régimen federado o foedus), o con total independencia como fue el caso de los vándalos en el norte de África (provincias de Mauretania y Numidia) tras pasar a cuchillo por todo el levante ibérico.

Este castillo de naipes que suponía el Imperio Romano invadido y fragmentado, se vino abajo cuando un rey bárbaro dominador de Italia, Odoacro, derrotó a Orestes, el padre del último emperador (Rómulo Augusto) en Pavía y envió las insignias imperiales de la parte occidental a Zenón, emperador oriental, a la vez que declaraba la intención de gobernar como lugarteniente suyo. Fue la última ocupación de la capital imperial y nunca más Roma levantó cabeza.

Este hecho ocurrió en el 476 y se considera oficialmente como la fecha de la caída de Roma, pero como se verá a continuación, oficiosamente no fue así, y difícilmente el pueblo que vivió aquellos acontecimientos fue consciente de semejante trascendencia histórica.

Autor: Eduardo Ortiz Pardina